May 2020
Burano, off the coast of Venice, Italy, in the Adriatic Sea, is a group of four small islands joined together by bridges. Burano is famous its lace making, lume glass technique, bussolá and essi biscuits, and risotto de gò. But perhaps its most famous feature, the one that makes photographers drool, are its narrow streets lined with colored, matchbox houses decked with harmonizing window shutters, and its canals filled with boats coated in vivid tones.
As a cultural anthropologist I began to speculate about the reason for this marked difference between the peaceful, colorful Burano and the nearby byzantine, full of activity Venice, and how architectural forms, materials, building technologies, and representations, have implications on people’s lives while also shaping, sustaining, and disconnecting social relations. An interplay definitely exists between the disciplines of architecture and anthropology. Architecture has also had a potent effect on the development of important anthropological theories, most notably Claude Lévi-Strauss’ concept of sociétés à maison (house societies), in which the house is envisioned as a key determinant of social organization.
What Venetians have always heard is that the houses of Burano are colorful because the fishermen returning from fishing trips -or maybe drunk- could not distinguish their houses in the fog. As a result, the inhabitants spontaneously devised this system on their own ingenuity, painting their houses, each with a different color, to allow for the identification of their home. Another version states that an unknown artist painted his house in a bright, non-standard color, the city tolerated it, and soon all the inhabitants followed suit upon noticing that tourists began to visit the island to admire this “coordinated disharmony”.
Rationales notwithstanding, this custom has become a tradition. Nowadays, when a citizen of Burano wants to re-paint the fascia of their house, they need to send an application to the local government, who then sends a list of allowed colors from which to choose. The organized cacophony is thus perpetuated for the enjoyment of locals and visitors alike, and the interplay between architecture and human behavior is further validated.
Special thanks to my Venetian friends Giuliana, Gualtiero, Marilisa, and Tomasso, for their invaluable insight on this interesting topic.
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Burano, frente a la costa de Venecia, Italia, en el Mar Adriático, es un grupo de cuatro pequeñas islas unidas por puentes. Burano es famoso por su fabricación de encajes, la técnica de lume glass, las galletas bussolá y essi, y el risotto de gò. Pero quizás su característica más famosa, la que hace babear a los fotógrafos, son sus estrechas calles bordeadas de casas como cajas de fósforos de colores, adornadas con persianas armoniosas, y sus canales llenos de barcos pintados con tonos vívidos.
Como antropóloga cultural, comencé a especular sobre la razón de esta marcada diferencia entre la pacífica y colorida Burano y la cercana Venecia bizantina, llena de actividad, y cómo las formas arquitectónicas, los materiales, las tecnologías de construcción y las representaciones tienen implicaciones en la vida de las personas, modelando, sosteniendo -y a veces desconectando- las relaciones sociales. Definitivamente existe una interacción entre las disciplinas de la arquitectura y la antropología. La arquitectura ha tenido también un potente efecto en el desarrollo de importantes teorías antropológicas, especialmente el concepto de sociétés à maison (sociedades de casas) de Claude Lévi-Strauss, donde la casa se visualiza como un determinante clave de la organización social.
Lo que los venecianos siempre han escuchado es que las casas de Burano son coloridas porque los pescadores que regresaban de sus viajes de pesca, o tal vez borrachos, no podían distinguir sus casas en la niebla. Como resultado, los habitantes idearon espontáneamente este estratagema por su propio ingenio, pintando sus casas, cada una con un color diferente, para permitir la identificación de su hogar. Otra versión afirma que un artista desconocido pintó su casa con un color brillante y no estándar, la ciudad lo toleró, y pronto todos los habitantes hicieron lo mismo al darse cuenta de que los turistas comenzaron a visitar la isla para admirar esta "armonía desordenada”
Independientemente de las razones, esta costumbre se ha convertido en una tradición. Hoy en día, cuando un ciudadano de Burano quiere volver a pintar la fachada de su casa, debe enviar una solicitud al gobierno local, el cual luego envía una lista de colores permitidos. La cacofonía organizada se perpetúa para el disfrute de los lugareños y los visitantes, y la interacción entre la arquitectura y el comportamiento humano se valida aún más.
Un agradecimiento especial a mis amigos venecianos Giuliana, Gualtiero, Marilisa, y Tomasso, por su valiosa información sobre este interesante tema.
Read MoreAs a cultural anthropologist I began to speculate about the reason for this marked difference between the peaceful, colorful Burano and the nearby byzantine, full of activity Venice, and how architectural forms, materials, building technologies, and representations, have implications on people’s lives while also shaping, sustaining, and disconnecting social relations. An interplay definitely exists between the disciplines of architecture and anthropology. Architecture has also had a potent effect on the development of important anthropological theories, most notably Claude Lévi-Strauss’ concept of sociétés à maison (house societies), in which the house is envisioned as a key determinant of social organization.
What Venetians have always heard is that the houses of Burano are colorful because the fishermen returning from fishing trips -or maybe drunk- could not distinguish their houses in the fog. As a result, the inhabitants spontaneously devised this system on their own ingenuity, painting their houses, each with a different color, to allow for the identification of their home. Another version states that an unknown artist painted his house in a bright, non-standard color, the city tolerated it, and soon all the inhabitants followed suit upon noticing that tourists began to visit the island to admire this “coordinated disharmony”.
Rationales notwithstanding, this custom has become a tradition. Nowadays, when a citizen of Burano wants to re-paint the fascia of their house, they need to send an application to the local government, who then sends a list of allowed colors from which to choose. The organized cacophony is thus perpetuated for the enjoyment of locals and visitors alike, and the interplay between architecture and human behavior is further validated.
Special thanks to my Venetian friends Giuliana, Gualtiero, Marilisa, and Tomasso, for their invaluable insight on this interesting topic.
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Burano, frente a la costa de Venecia, Italia, en el Mar Adriático, es un grupo de cuatro pequeñas islas unidas por puentes. Burano es famoso por su fabricación de encajes, la técnica de lume glass, las galletas bussolá y essi, y el risotto de gò. Pero quizás su característica más famosa, la que hace babear a los fotógrafos, son sus estrechas calles bordeadas de casas como cajas de fósforos de colores, adornadas con persianas armoniosas, y sus canales llenos de barcos pintados con tonos vívidos.
Como antropóloga cultural, comencé a especular sobre la razón de esta marcada diferencia entre la pacífica y colorida Burano y la cercana Venecia bizantina, llena de actividad, y cómo las formas arquitectónicas, los materiales, las tecnologías de construcción y las representaciones tienen implicaciones en la vida de las personas, modelando, sosteniendo -y a veces desconectando- las relaciones sociales. Definitivamente existe una interacción entre las disciplinas de la arquitectura y la antropología. La arquitectura ha tenido también un potente efecto en el desarrollo de importantes teorías antropológicas, especialmente el concepto de sociétés à maison (sociedades de casas) de Claude Lévi-Strauss, donde la casa se visualiza como un determinante clave de la organización social.
Lo que los venecianos siempre han escuchado es que las casas de Burano son coloridas porque los pescadores que regresaban de sus viajes de pesca, o tal vez borrachos, no podían distinguir sus casas en la niebla. Como resultado, los habitantes idearon espontáneamente este estratagema por su propio ingenio, pintando sus casas, cada una con un color diferente, para permitir la identificación de su hogar. Otra versión afirma que un artista desconocido pintó su casa con un color brillante y no estándar, la ciudad lo toleró, y pronto todos los habitantes hicieron lo mismo al darse cuenta de que los turistas comenzaron a visitar la isla para admirar esta "armonía desordenada”
Independientemente de las razones, esta costumbre se ha convertido en una tradición. Hoy en día, cuando un ciudadano de Burano quiere volver a pintar la fachada de su casa, debe enviar una solicitud al gobierno local, el cual luego envía una lista de colores permitidos. La cacofonía organizada se perpetúa para el disfrute de los lugareños y los visitantes, y la interacción entre la arquitectura y el comportamiento humano se valida aún más.
Un agradecimiento especial a mis amigos venecianos Giuliana, Gualtiero, Marilisa, y Tomasso, por su valiosa información sobre este interesante tema.