October 2022
In Mexico, the 1st and 2nd of November belong to the dead. According to popular belief, the deceased have permission from the gods to visit friends and relatives on Earth and to share the pleasures of the living, for just one night. To an outsider these celebrations might seem gruesome, but in Mexico death is a part of life. It is a familiar presence portrayed with affection and humor by artists and craft workers throughout the year. It is believed that this view of death started with the indigenous Aztecs close to 1100 AD. For them, death represented not an end but a stage in a constant cycle. Just as day follow night and spring follow winter, so the continuity of life was ensured. Worship of death involved worship of life, while the skull, the symbol of death, was a promise of resurrection.
The festivities take place in every region where people of Hispanic ancestry and culture live, but nowhere is it observed to the degree it is in Mexico. Celebrations vary from region to region, but everywhere the dead are welcomed with formality and respect and no expense or effort is spared. Absent relatives frequently travel long distances to be with their families, for this is also a time for reunions of the living with the living. All over Mexico, tombs are made tidy and adorned with flowers and candles. House altars in towns and villages are decorated with photographs of the deceased, plants, and food. Calacas -figurines of skulls or skeletons- and skeleton face paint, the ever-present icons of the Day of the Dead, remind us of La Catrina, the Grand Dame of Death. As a result, the dead are never forgotten because once a year, on this day, they take their place beside the living to enjoy the fruits and flowers of the earth.
In 2008, UNESCO added Día de los Muertos to its list of Intangible Cultural Heritage of Humanity.
***
En México, el 1 y 2 de noviembre pertenecen a los muertos. Según la creencia popular, los difuntos tienen permiso de los dioses para visitar a amigos y familiares en la tierra y compartir los placeres de los vivos, por una sola noche. Para un extraño estas celebraciones pueden parecer espantosas, pero en México la muerte es parte de la vida. Es una presencia familiar retratada con cariño y humor por artistas y artesanos durante todo el año. Se cree que esta visión de la muerte comenzó con los indígenas aztecas cerca del año 1100 d.C. Para ellos, la muerte no representaba un final sino una etapa en un ciclo constante. Así como el día sigue a la noche y la primavera al invierno, así se asegura la continuidad de la vida. El culto a la muerte implicaba el culto a la vida, mientras que la calavera, símbolo de la muerte, era una promesa de resurrección.
Las festividades se llevan a cabo en todas las regiones donde viven personas de ascendencia y cultura hispana, pero en ninguna parte se observa en la medida en que se observa en México. Las celebraciones varían de una región a otra, pero en todas partes se recibe a los muertos con formalidad y respeto y no se escatiman gastos ni esfuerzos. Los parientes ausentes viajan con frecuencia largas distancias para estar con sus familias, porque este es también un momento para las reuniones de los vivos con los vivos. En todo México las tumbas se arreglan y adornan con flores y velas. Los altares de las casas en pueblos y aldeas están decorados con fotografías de los difuntos, plantas y comida. Las calacas -figurillas de calaveras o esqueletos- y la pintura facial de esqueletos, los iconos siempre presentes del Día de Muertos, nos recuerdan a La Catrina, la Gran Dama de la Muerte. Como resultado, los muertos nunca son olvidados porque una vez al año, en este día, toman su lugar junto a los vivos para disfrutar de los frutos y flores de la tierra.
En 2008, la UNESCO agregó el Día de los Muertos a su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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In 2008, UNESCO added Día de los Muertos to its list of Intangible Cultural Heritage of Humanity.
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En México, el 1 y 2 de noviembre pertenecen a los muertos. Según la creencia popular, los difuntos tienen permiso de los dioses para visitar a amigos y familiares en la tierra y compartir los placeres de los vivos, por una sola noche. Para un extraño estas celebraciones pueden parecer espantosas, pero en México la muerte es parte de la vida. Es una presencia familiar retratada con cariño y humor por artistas y artesanos durante todo el año. Se cree que esta visión de la muerte comenzó con los indígenas aztecas cerca del año 1100 d.C. Para ellos, la muerte no representaba un final sino una etapa en un ciclo constante. Así como el día sigue a la noche y la primavera al invierno, así se asegura la continuidad de la vida. El culto a la muerte implicaba el culto a la vida, mientras que la calavera, símbolo de la muerte, era una promesa de resurrección.
Las festividades se llevan a cabo en todas las regiones donde viven personas de ascendencia y cultura hispana, pero en ninguna parte se observa en la medida en que se observa en México. Las celebraciones varían de una región a otra, pero en todas partes se recibe a los muertos con formalidad y respeto y no se escatiman gastos ni esfuerzos. Los parientes ausentes viajan con frecuencia largas distancias para estar con sus familias, porque este es también un momento para las reuniones de los vivos con los vivos. En todo México las tumbas se arreglan y adornan con flores y velas. Los altares de las casas en pueblos y aldeas están decorados con fotografías de los difuntos, plantas y comida. Las calacas -figurillas de calaveras o esqueletos- y la pintura facial de esqueletos, los iconos siempre presentes del Día de Muertos, nos recuerdan a La Catrina, la Gran Dama de la Muerte. Como resultado, los muertos nunca son olvidados porque una vez al año, en este día, toman su lugar junto a los vivos para disfrutar de los frutos y flores de la tierra.
En 2008, la UNESCO agregó el Día de los Muertos a su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.